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El enamorado

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Diciembre 2018

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Esa noche fue la primera en que Hugo tomó la iniciativa, todo estaba meditado. Contrario a lo acostumbrado, Hugo la citó a un parque cerca de casa, había puesto un mantel y llevado una botella junto a dos copas. Para cuando su invitada llegó, el sol se estaba poniendo entre los árboles. La miró, con un gesto tímido la invitó a que se tumbara junto a él en recuadro de mantel que cubría el pasto. Suspiro. No quería arruinar el momento con comentarios torpes que pudiesen alarmarla sobre lo que había decidido. Su compañía era el recuerdo con el que quería quedarse. Mirándola fijamente grabó en su memoria esos ojos color café y aquel pelo castaño oscuro. Sin más demoras, le extendió una de las copas que había llenado antes de su llegada; entonces, con la otra en su mano, bebió lentamente el contenido espeso y acto seguido la animó para que hiciera lo mismo. El día anterior había repasado entre los viejos libros de su padre la historia del renombrado griego, Sócrates, y le pareció una manera correcta de hacerlo. ¿Cómo más, pensó, si la filosofía lleva su nombre?

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