Esta será una nueva genealogía de comentario, autodescubrimiento, que pretende dar cuenta de los aprendizajes en terapia y autoterapia. Son hitos del (propio)conocimiento, del entendimiento personal.
Necesidad por amor. Esta conclusión fue sin duda reveladora y bastante trascendental. Me causaba mucho afán estar presente, me motivaba enfermizamente asistir a mi otro cercano -al amigo, al familiar, a quien pareja-. Se trataba de una premura generalizada de darme útil y pertinente a los demás. Escuchaba, ponía, entregaba, regalaba, recogía, daba, desviaba, respondía, hacía todo lo que pudiese fungir de gesto solidario y meritorio de recompensa. Yo solía insistir que era abnegado, nada más falso: trabajaba en favor ajeno para volverme importante, para ser necesario. Esta idea me otorgó una explicación certera de porqué era tan angustioso cuando mi otro cercano mostraba signos de pluralidad, es decir, de la recurrencia a otras personas para satisfacer sus deseos o necesidades. Era incómodo, genuinamente, no ser yo el hombro para llorar, el rostro para retratar, los oídos que escuchan, la compañía que divierte, el conductor que transporta, el bolsillo que financia, la espalda que carga. Me sentía amenazado y veía comprometida mi relevancia en la vida de mi otro cercano.
Naturalmente este fue origen, entre otros, de un despliegue habitual de comportamientos posesivos y celosos, había que mantener el monopolio y ser la única solución. El cambio de contextos, la aparición de nuevas personas, la transformación de las expectativas y toda nueva actividad representaba un peligro al establecimiento, era intolerante. Me apresuraba en ser necesario para la vida de mi otro cercano, en toda faceta de ser posible -tiempo, entretenimiento, intimidad, diversión, placer, compañía, confianza...-, con tal de asegurar así su amor. Mi forma era la del Estado Totalitario: de partido único y sin libertad.
Por otro lado, en los momentos más agudos de la ansiedad causada por la inseguridad, la angustia para atención. Esta es una fórmula más bien conocida, me refiero, en contextos de fragilidad y debilidad emocional. En mi caso, la generación de angustia se convirtió en una herramienta de confirmación del amor y el aprecio. -Acá entrenos- esto realmente fue mucho más allá de simplemente 'ser extravagante para llamar la atención', y en cambio me dotó de un instrumento extorsivo, mediante el cual realizaba actos temerarios, desagradables e incómodos para causar preocupación y angustia de manera deliberada en mi otro cercano ¿por qué? evidentemente para excitar retribuciones que re-afirmaran el aprecio hacia mí.
Finalmente esta reflexión, como evidencia de crecimiento personal, estaría incompleta si no indagara en la pregunta subyacente por la razón o el origen de estas creencias y comportamientos, es decir ¿por qué generar necesidad para ser amado, por qué causar angustia para conseguir atención? bueno, por una baja autoestima. No me aceptaba a mí mismo, entonces no me realizaba como un sujeto plausible de amor: no me querrán por lo que soy, por consiguiente, que lo hagan por lo que (les) represento. Así, el relato no dista mucho en el segundo supuesto: si no me creo per se suficiente para ser amado, sólo podré valorar el aprecio en sus expresiones más dramáticas y exageradas. La inseguridad crea un requerimiento de estímulos constantes de validación y afecto para apaciguar el temor siemprevivo por el rechazo, el abandono y la exclusión.
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