Medellín, 14 diciembre 2019
Señores
Vengo acá por una historia de amor. Es verdad, por qué negarlo, si el querer es el móvil del cambio y la transformación, pues bienvenido sea. De mi vida sólo cabe relatar que siempre he cumplido, así es, la expectativa ha sido mi motivo. He estado donde me han pedido y hago con rigor lo que dicen me co-responde. Soy eficaz en replicar y responder, asumo el tedio toda vez que éste se presente como “deber”. No se me tome por ingrato, por mi vida no lamento, pero ¿has mirado la escultura con el barro inerte entre las manos? Ahí el sentido: aún cómodos en la penumbra, anhelamos.
En mis años de adolescente, cuando transcurría el colegio, recuerdo de mi voz el ímpetu y entre mis amigos el desafío. Éramos libre-pensadores, filósofos de recreo y jueces de pupitre; no temíamos la incertidumbre, y creíamos ir des-velando, como a una muchacha incólume, la esencia de las cosas. En la belleza las razones y en la duda el modo. Denuncio mi nostalgia, porque me veo traidor a aquellos tiempos. En tres años como estudiante de Derecho he aprendido en abundancia, e impongo mi argumento con determinación en las conjeturas políticas, pero habitué callar: debo penar por mi ignorancia, y ante el maestro soy sin-luz.
El país está en paro. Ayer conducía a (mi) Universidad, la de Antioquia, para recibir cualquier diploma de distinción por méritos académicos, pero el ingreso estaba clausurado: un plantón en las inmediaciones. La vida en la universidad pública es de contrastes y tensiones, y es ahí, en ese contacto íntimo y empático con la necesidad y el dolor, las luchas y reivindicaciones, que aprehendí la solidaridad y el compromiso social. Las clases con estallidos de fondo y el aroma a panela de hogueras en el pasto, son gestos que convocan y hoy me tienen convencido de que el conocimiento insensible y carente de pretensiones de transformación, es errante. Por ello extiendo mi esfuerzo a los escenarios donde valgo, tras las letras. No es mi grito en las marchas, ni el batir de cacerolas; sin estudio soy ocioso, y mi madre insiste.
Hoy que mirándome puedo reconocer los advenimientos de cambio -y respiro tu aroma, Saturno- quiero para mí ser sincero, no encasillarme sino hacer mis esfuerzos a mi trazo, que es escrito. Esta es una historia de amor propio, e invoco al lenguaje y los géneros como cómplices en mi cruzada por hacerme valer.
- Nota: no solicito reconocimiento de materias-
Juan José Mesa Z
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