top of page

La Luna

Sapo Cancionero, de -entre otros- los Chalchaleros dice: Yo se de tu vida/Sin gloria ninguna/Se de la tragedia/De tu alma inquieta/Y esa tu locura/De adorar la luna/Que es locura eterna/De todo poeta; y Muchachito Bombo Infierno agrega: Luna, como ninguna/bonita preciosa/siempre desnuda…y podría añadir los versos de Los aretes de la Luna -oídos de Vicentino Valdés-: Los aretes que le faltan a la luna/Los tengo guardados para hacerte un collar/Los hallé una mañana en la bruma/Cuando caminaba junto al inmenso mar. Del mismo modo, si me permite -lectora- el atrevimiento, aportar mis propias estrofas y decir:


Pero me corto, pues la enunciación podría durarme decenios. En cambio, conjeturo: ¿Qué tanto con la Luna? Ésta no se agota como símbolo del romanticismo, pues mitología y esoterismo la invocan por igual en sus sistemas: Selene hija de Hiperión y Tea, hermana de Helios y amante de Endimión; y el tarot que la retrata en el número XVIII, manifestación del ensueño y lo oscuro. Luna que expresa las verdades y reina los rituales, frío y blanca; cómplice de los enamorados y el asesino, patrona de los desventurados y náufragos. Femenina y coqueta, ella casi siempre, alegoría de lo desconocido y el anhelo. Lo cierto es que la Luna no puede ser ignorada, ¿quién, sino el ciego, desconoce la noche? Así, ésta es indirimible, pues el hombre que haya de mirar el cielo, y sea éste sujeto de sensibilidad, la hará suya. Venerar la Luna no es una manía (exclusiva) de poetas, le es propia a los dolientes y maravillados.


Luna, a mí, además, es amor. La última musa y la mayor inspiración. Culto rindo a su luz, pues la noche que es melancolía y pasión ella la corona. Para el errante es la guía y a mí, que anduve por años a la deriva, el único hito certero. En fin, anticipo esta especulación para rendir(me) mérito de auténtico, aunque aquello que en verdad me motiva es replicar las palabras de Baudelaire, quien me antecedió -me supera- y hoy me explica:

 

"La luna, que es el capricho mismo, miró por la ventana mientras tú dormías en la cuna y se dijo: «Esta niña me gusta».


Y descendió blandamente por su escalera de nubes, y atravesó sin ruido los cristales. Después se tendió sobre ti con la suave ternura de una madre y puso sus colores en tu rostro. Tus pupilas se quedaron verdes y tus mejillas extraordinariamente pálidas. Al contemplar a esta visitante se agrandaron tus ojos de una manera extraña, y te oprimió tan tiernamente la garganta que te dejó para siempre ganas de llorar.


Mientras tanto, en la expansión de su alegría, la luna llenaba toda la habitación como una atmósfera fosfórea, como un veneno luminoso; y toda aquella luz tan viva pensaba y decía: «¡Sentirás eternamente el influjo de mi beso; serás hermosa a mi manera; amarás lo que amo y lo que me ama: el agua, las nubes, el silencio y la noche; el mar inmenso y verde; el agua informe y multiforme; el lugar donde tú no estés; al amante que no conocerás; las flores monstruosas; los perfumes que hacen delirar; los gatos que se pasman sobre los pianos y que gimen como las mujeres con una voz ronca y suave!»


»Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Serás la reina de los hombres de ojos verdes a quien también he oprimido la garganta con mis caricias nocturnas; de aquellos que aman el mar, el mar inmenso, tumultuoso y verde, el agua informe y multiforme, el lugar donde ellos no están, a la mujer que no conocen, las flores siniestradas, los perfumes que turban la voluntad y los animales salvajes y voluptuosos que son los emblemas de su locura».


Y por eso, maldita y querida niña mimada, estoy ahora rendido a tus pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la temible Divinidad, de la fatídica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos."

 

Baudelaire, C. (2017). Los beneficios de la Luna. El spleen de París. (A. Jaume, Ed.) Bogotá: Penguin Clásicos.

50 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page