Negativo
Febrero 2020
Puso aquella foto en el tronco. Hace un instante la había rasgado por la mitad, en uno de los fragmentos quedó su cara sonriente, aquel sería el primero en encender. El viento pujaba con fuerza desde la cima de la pendiente, impedía que los fósforos mantuvieran la llama. Miraba al cielo con desagrado y molesto, “basta” pensaba, “esto es algo que haré bajo cualquier circunstancia”. Nunca había destruido así algún recuerdo, todos los almacenaba en un folio blanco con hojas plásticas que tenía en el armario bajo su ventana, con la fecha exacta y una somera descripción; cada carta y fotografía, así como los dibujos y otro misceláneo de panfletos era atesorado. Sin embargo, en esta ocasión se sentía incapaz de conservar, miraba esa imagen de luz artificial y disfraces con repugnancia. Pensó en dispararle con el rifle de copas y atravesar con perdigones de acero cada centímetro de color blanco en aquella sonrisa que ahora detestaba.
No entendía qué estaba sintiendo, por qué su hombro izquierdo se caía en picada y no podía hablar, pues de abrir la boca sólo saldrían gritos de insulto. Era una mísera foto, reflexionaba, y aún así quería aventarse a ella con violencia y hacerla desaparecer. La brisa le obligó a descender la colina y ubicarse en ese refugio de ladrillo donde yacía la gruta de la Virgen de Fátima. Sintiéndose bendecido, dejó caer una vela blanca sobre el acetato, la llama creció con intensidad por breves segundos mientras los rostros se volvían siluetas errantes, el abrazo se fundió en un caldero denso y verdoso. Cuando sólo hubo brasas observó sus manos, estaban carbonizadas. Suspiró confundido, él siempre había dicho que no odiaba.