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Una odisea

Febrero 2020

Vine a estudiar, bueno a leer; vale, a dormir. Luego de almorzar finjo llegar acá con un libro entre manos, busco un rincón en el costado de la derecha, entre los folios de ingeniería eléctrica y eso, cierro mis ojos tímidamente. Pero hoy no, porque ahí estás. Si, te posas delante de mí, con la naturalidad de tus pestañas, te sientas y (tu si) lees. Dormir o estudiar, no importa cuál fuera mi cometido, lo has arruinado ¿cómo puedo hallar el más insignificante atisbo de atención, si tu perfil se me regala? No sé si pensarme maldecido o bendito, porque eres un recuerdo incómodo, que todavía no he sabido perdonar. Me llenas de confusión: faltaste a mi dignidad, y burlaste mi ingenua ilusión -mi ego-; pero no has dejado de ser, o quizá, no he dejado de estar atraído. Es decir, a quién engaño, si paso un minuto contemplando tus ojos de trigo verde y tu rojizo coqueto cuando te exaltas, me pierdo y olvido; me aferro de una esperanza inexistente, del idilio de pasar las noches desvelados en conjeturas políticas y en caricias de amor igualitario.

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Me debo retener, en mi pecho un cardumen que empuja hacia ti. ¿por qué no intentarlo una vez más? Esta ocasión podría salir mejor, iría más lento, hablaría de cine y no del pasado, o del futuro en vez del Estado. Debería acercarme y hacer un cumplido de tus gafas, no, de tus dedos, y tomarte de las manos. Me vería como un tonto, te burlarías y sería aún más incómodo vernos luego. ¿Realmente tengo algo que perder? podría salir mejor esta ocasión, un café. Está bien, luego de esta línea la historia la haré yo.

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Levanté la mirada respirando profundamente, pero ya no estabas.

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